Inmaculada Concepción

Inmaculada Concepción

Ficha Técnica

  • Fiesta: Diciembre 8.
  • Patrona: Iglesia Universal.
  • Advocación: Dogma o Atributo.
  • Significado del Nombre: Sin Pecado
  • Aprobación: Santa Sede (Vaticano).

Historia

La Inmaculada Concepción es el título dado a María que celebra su concepción libre del pecado original. El Papa Pio IX proclamó la Inmaculada Concepción como un dogma de la iglesia el 8 de diciembre de 1854.

«La Santísima Virgen María fue, desde el primer momento de su concepción, por una singular gracia y privilegio de Dios Todopoderoso, y en virtud de los méritos de Jesucristo, Salvador de la raza humana, conservada inmune a toda mancha del pecado original”. Dios menciono en Génesis 3:15 diciéndole a la serpiente: «Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya».

La Iglesia entiende que esto significa que esta mujer nunca estaría bajo el poder del pecado. María estaría para siempre en ese estado de gracia exaltado que la serpiente había destruido en el hombre.

Su unión continua con la gracia explica su enemistad con la serpiente. Por lo tanto, la Iglesia cree que María no solo fue concebida sin pecado, sino que también estuvo libre de pecado durante toda su vida.

En Lucas 1:28, los teólogos creían que el saludo del ángel Gabriel que se traduce como «Salve, lleno de gracia» significaba que María era totalmente favorecida y llena de una abundancia de gracia.
La gracia de Dios la mantuvo libre del pecado durante toda su vida. Dios la eligió desde el principio para ser la Madre de Jesús y, por lo tanto, la hizo digna y sin pecado.

En 1858, en Lourdes, Francia, la Santísima Virgen María se apareció a Bernadette Soubirous dieciocho veces. Durante una de las apariciones, Nuestra Señora le dijo a Bernadette que le dijera al sacerdote que construyera una capilla y celebraran procesiones allí.
El sacerdote le dijo a Bernadette que le preguntara a la mujer su nombre. María respondió: «Yo soy la Inmaculada Concepción».

Consagración a María Inmaculada

María Inmaculada, dulce Soberana mía, cuanto me alegro de ser tu esclavo de amor. Te confío y consagro mi cuerpo y mi alma, con todos mis bienes interiores y exteriores, naturales y sobrenaturales, pasados, presentes y futuros.

Quiero también en este día ganar cuantas indulgencias pueda, y te las entrego. María, Madre mía, renuncio a mi propia voluntad, a mis pecados, a mis disposiciones e intenciones.

Quiero lo que tu quieras: me arrojo en tu Corazón abrazado de Amor Divino, divino molde en que debo formarme; en Él me escondo y me pierdo para orar, obrar y sufrir, siempre por ti, contigo, en ti y para ti, A la mayor Gloria del Sagrado Corazón de Jesús, tu Divino Hijo.
Amén.