Historia
El Akathistos fue traducido y se canta en todas las lenguas del rito bizantino, tanto de la Iglesia Católica como en la Ortodoxa. En el año 800 fue traducido al latín por Cristóbal, obispo de Venecia, ejerciendo así una notable influencia en la himnografía medieval.
La liturgia bizantina recita seis estrofas en los cuatro primeros viernes de cuaresma y en la oración de completas, y todo entero el viernes quinto por la tarde, o por la mañana del quinto sábado de cuaresma (llamado por eso sábado de Akathistos).
Está compuesto de 24 estrofas, de las cuales algunas se proclaman y otras se cantan. Es muy rico en figuras e imágenes poéticas. El himno se divide en dos partes: la primera es litúrgica o histórica, y la segunda de carácter dogmático.
Muchos lo atribuyen a San Romano el Cantor (+562) o a algún imitador suyo. Muchas estrofas, sin embargo, son anteriores al s.VI. Los estudios más recientes afirman que al menos una de las estrofas del himno procede de una homilía de Basilio de Seleucia (+469). Este estudio ubicaría sus orígenes entonces entre mediados del siglo V y mediados del siglo VI.
El Papa Benedicto XIV otorgó, el 4 de Mayo de 1746, indulgencias parciales por cada recitación del Himno. En los últimos años este himno se ha difundido mucho en la Iglesia Católica, especialmente gracias a algunas solemnes celebraciones marianas que tuvieron lugar en Roma, con la asistencia del Papa Juan Pablo II y con amplia resonancia eclesial.
Este himno antiquísimo, que constituye el fruto maduro de la más antigua tradición de la Iglesia indivisa en honor de María, es una llamada e invocación a la unidad de los cristianos bajo la guía de la Theotokos, la Madre del Señor.
PARTE Litúrgica
1. Un arcángel excelso fue enviado del cielo a decir «Dios te salve» a María.
Contemplándote, oh Dios, hecho hombre por virtud de su angélico anuncio,
extasiado quedó ante la Virgen,
y así le cantaba:
Salve, por ti resplandece la dicha; Salve, por ti se eclipsa la pena.
Salve, levantas a Adán, el caído; Salve, rescatas el llanto de Eva.
Salve, oh cima encumbrada a la mente del hombre; Salve, abismo insondable a los ojos del ángel.
Salve, tú eres de veras el trono del Rey; Salve, tú llevas en ti al que todo sostiene.
Salve, lucero que el Sol nos anuncia; Salve, regazo del Dios que se encarna.
Salve, por ti la creación se renueva; Salve, por ti el Creador nace niño.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
2. Conociendo la Santa que era a Dios consagrada,
al arcángel Gabriel le decía: «Tu mensaje es arcano a mi oído
y difícil resulta a mi alma; insinúas de Virgen el parto, exclamando:
¡Aleluya!».
3. Deseaba la Virgen comprender el misterio y al heraldo divino pregunta:
«¿Podrá dar a la luz criatura una Virgen? Responde, te ruego». Reverente Gabriel contestaba,
y así le cantaba:
Salve, tú guía al eterno consejo; Salve, tú prenda de arcano misterio.
Salve, milagro primero de Cristo; Salve, compendio de todos sus dogmas.
Salve, celeste escalera que Dios ha bajado; Salve, oh puente que llevas los hombres al cielo.
Salve, de angélicos coros solemne portento; Salve, de turba infernal lastimero flagelo.
Salve, inefable, la Luz alumbraste; Salve, a ninguno dijiste el secreto.
Salve, del docto rebasas la ciencia; Salve, del fiel iluminas la mente.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
4. La virtud de lo Alto la cubrió con su sombra
e hizo Madre a la Esposa Inviolada. Aquel seno por Dios fecundado
germinó como fértil arada para todo el que busca la gracia
y aclama:
¡Aleluya!
5. Con el Niño en su seno, presurosa María, a su prima Isabel visitaba.
El pequeño en el seno materno exultó al oír el saludo,
y con saltos, cual cantos de gozo,
a la Madre aclamaba:
Salve, oh tallo del verde Retoño; Salve, oh rama del Fruto incorrupto.
Salve, al pío Arador tú cultivas; Salve, tú plantas quien planta la vida.
Salve, oh campo fecundo de gracias copiosas; Salve, oh mesa repleta de dones divinos.
Salve, un prado germinas de toda delicia; Salve, al alma preparas asilo seguro.
Salve, incienso de grata plegaria; Salve, ofrenda que el mundo concilia.
Salve, clemencia de Dios para el hombre; Salve, del hombre con Dios confianza.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
6. Con la mente en tumulto, inundado de dudas,
el prudente José se debate. Te conoce cual Virgen intacta;
desposorios secretos sospecha. Al saber que es acción del Espíritu,
exclama:
¡Aleluya!
7. Los pastores oyeron los angélicos coros que al Señor hecho hombre cantaban.
Para ver al Pastor van corriendo; un Cordero inocente contemplan
que del pecho materno se nutre,
y a la Virgen le cantan:
Salve, Nutriz del Pastor y Cordero; Salve, aprisco de fieles rebaños.
Salve, barrera a las fieras hostiles; Salve, ingreso que da al Paraíso.
Salve, por ti con la tierra exultan los cielos; Salve, por ti con los cielos se alegra la tierra.
Salve, de Apóstoles boca que nunca enmudece; Salve, de Mártires fuerza que nadie somete.
Salve, de fe inconcuso cimiento; Salve, fulgente estandarte de gracia.
Salve, por ti es despojado el averno; Salve, por ti revestimos la gloria.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
8. Observando la estrella que hacia Dios los guiaba,
sus fulgores siguieron los magos. Era antorcha segura en su ruta;
los condujo ante el Rey Poderoso. Al llegar hasta el Inalcanzable,
le cantan:
¡Aleluya!
9. Contemplaron los magos entre brazos maternos
al que al hombre plasmó con sus manos. Comprendieron que era Él su Señor,
a pesar de su forma de esclavo; presurosos le ofrecen sus dones
y a la Madre proclaman:
Salve, oh Madre del Sol sin ocaso; Salve, aurora del místico Día.
Salve, tu apagas hogueras de errores; Salve, Dios Trino al creyente revelas.
Salve, derribas del trono al tirano enemigo; Salve, nos muestras a Cristo el Señor y el Amigo.
Salve, nos has liberado de bárbaros ritos; Salve, nos has redimido de acciones de barro.
Salve, destruyes el culto del fuego; Salve, extingues las llamas del vicio.
Salve, camino a la santa templanza; Salve, alegría de todas las gentes.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
10. Portadores y heraldos de Dios eran los magos
de regreso, allá en Babilonia. Se cumplía el oráculo antiguo
cuando a todos hablaban de Cristo, sin pensar en el necio de Herodes
que no canta:
¡Aleluya!
11. El Egipto iluminas con la luz verdadera
persiguiendo el error tenebroso. A tu paso caían los dioses,
no pudiendo, Señor, soportarte; y los hombres, salvados de engaño,
a la Virgen aclaman:
Salve, levantas al género humano; Salve, humillas a todo el infierno.
Salve, conculcas engaños y errores; Salve, impugnas del ídolo el fraude.
Salve, oh mar que sumerge al cruel enemigo; Salve, oh roca que das de beber a sedientos de Vida.
Salve, columna de fuego que guía en tinieblas; Salve, amplísima nube que cubres el mundo.
Salve, nos diste el Maná verdadero; Salve, nos sirves Manjar de delicias.
Salve, oh tierra por Dios prometida; Salve, en ti fluyen la miel y la leche.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
12. Simeón el anciano, al final de sus días,
de este mundo dejaba la sombra. Presentado le fuiste cual niño,
más, al verte cual Dios poderoso, admiró el arcano designio
y gritaba:
¡Aleluya!
PARTE DOGMÁTICA
13. Renovó el Excelso de este mundo las leyes
cuando vino a habitar en la tierra. Germinando en un seno incorrupto
lo conserva intacto cual era. Asombrados por este prodigio
a la Santa cantamos:
Salve, azucena de intacta belleza; Salve, corona de noble firmeza.
Salve, la suerte futura revelas; Salve, la angélica vida desvelas.
Salve, frutal exquisito que nutre a los fieles; Salve, ramaje frondoso que a toda cobija.
Salve, llevaste en el seno quien guía al errante; Salve, al mundo entregaste quien libra al esclavo.
Salve, plegaria ante el Juez verdadero; Salve, perdón del que tuerce el sendero.
Salve, atavío que cubre al desnudo; Salve, del hombre supremo deseo.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
14. Ante el Parto admirable, alejados del mundo,
hacia el cielo elevamos la mente. El Altísimo vino a la tierra
con la humilde semblanza de un pobre y enaltece hasta cumbres de gloria
a quien canta:
¡Aleluya!
15. Habitaba en la tierra y llenaba los cielos
la Palabra de Dios infinita. Su bajada amorosa hasta el hombre
no cambió su morada superna. Era el parto divino de Virgen
que este canto escuchaba:
Salve, mansión que contiene el Inmenso; Salve, dintel del augusto Misterio.
Salve, de incrédulo equívoco anuncio; Salve, del fiel inequívoco orgullo.
Salve, carroza del Santo que portan querubes; Salve, sitial del que adoran sin fin serafines.
Salve, tú sola has unido dos cosas opuestas; Salve, tú sola a la vez eres Virgen y Madre.
Salve, por ti fue borrada la culpa; Salve, por ti Dios abrió el Paraíso.
Salve, tú llave del Reino de Cristo; Salve, esperanza de bienes eternos.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
16. Todo el orden angélico asombrado contempla
el misterio de Dios que se encarna. Al Señor, al que nadie se acerca,
hecho hombre, accesible, admira caminar por humanos senderos,
escuchando:
¡Aleluya!
17. Oradores brillantes como peces se callan ante ti,
Santa Madre del Verbo. Cómo ha sido posible no entienden
ser tú Virgen después de ser Madre. El prodigio admiramos tus fieles,
y con fe proclamamos:
Salve, sagrario de arcana Sapiencia; Salve, despensa de la Providencia.
Salve, por ti se confunden los sabios; Salve, por ti el orador enmudece.
Salve, por ti se aturden sutiles doctores; Salve, por ti desfallecen autores de mitos.
Salve, disuelves enredos de agudos sofistas; Salve, rellenas las redes de los Pescadores.
Salve, levantas de honda ignorancia; Salve, nos llenas de ciencia superna.
Salve, navío del que ama salvarse; Salve, oh puerto en el mar de la vida.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
18. Por salvar todo el orbe, el Divino Alfarero
hasta el mundo bajó, porque quiso. Por ser Dios era Él Pastor nuestro;
se mostró por nosotros Cordero; como igual sus iguales atrae;
cual Dios oye:
¡Aleluya!
19. Virgen, Madre de Cristo, baluarte de vírgenes
y de todo el que en ti se refugia el divino Hacedor te dispuso,
al tomar de ti carne en tu seno; y enseña a que todos cantemos en tu honor,
oh Inviolada:
Salve, columna de sacra pureza; Salve, umbral de la vida perfecta.
Salve, tú inicias la nueva progenie; Salve, dispensas bondades divinas.
Salve, de nuevo engendraste al nacido en deshonra; Salve, talento infundiste al hombre insensato.
Salve, anulaste a Satán seductor de las almas; Salve, nos diste al Señor sembrador de los castos.
Salve, regazo de nupcias divinas; Salve, unión de los fieles con Cristo.
Salve, de vírgenes Madre y Maestra; Salve, al Esposo conduces las almas.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
20. Impotente es el canto que alabar presumiera
de tu gracia el caudal infinito. Como inmensa es la arena en la playa
pueden ser nuestros himnos, Rey Santo, mas no igualan los dones que has dado
a quien canta:
¡Aleluya!
21. Como antorcha luciente del que yace en tinieblas
resplandece la Virgen María. Ha encendido la Luz increada;
su fulgor ilumina las mentes y conduce a la ciencia celeste
suscitando este canto:
Salve, oh rayo del Sol verdadero; Salve, destello de Luz sin ocaso.
Salve, fulgor que iluminas las mentes; Salve, cual trueno enemigos aterras.
Salve, surgieron de ti luminosos misterios; Salve, brotaron en ti caudalosos arroyos.
Salve, figura eres tú de salubre piscina; Salve, tú limpias las manchas de nuestros pecados.
Salve, oh fuente que lavas las almas; Salve, oh copa que vierte alegría.
Salve, fragancia del ungüento de Cristo; Salve, oh Vida del sacro Banquete.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
22. Por querer perdonarnos el pecado primero,
el que paga las deudas de todos, de sus prófugos busca el asilo,
libremente del cielo exiliado. Mas, rasgando el quirógrafo antiguo,
oye un canto:
¡Aleluya!
23. Celebrando tu parto, a una voz te alabamos
como templo viviente, Señora. Ha querido encerrarse en tu seno
el que todo contiene en su mano, el que santa y gloriosa te ha hecho,
el que enseña a cantarte:
Salve, oh tienda del Verbo divino; Salve, más grande que el gran Santuario.
Salve, oh Arca que Espíritu dora; Salve, tesoro inexhausto de vida.
Salve, diadema preciosa de reyes devotos; Salve, orgullo glorioso de sacros ministros.
Salve, firmísimo alcázar de toda la Iglesia; Salve, muralla invencible de todo el Imperio.
Salve, por ti enarbolamos trofeos; Salve, por ti sucumbió el adversario.
Salve, remedio eficaz de mi carne; Salve, inmortal salvación de mi alma.
Salve, ¡Virgen y Esposa!
24. Digna de toda loa, Madre santa del Verbo,
el más Santo entre todos los Santos. Nuestra ofrenda recibe en el canto;
salva al mundo de todo peligro; del castigo inminente libera
a quien canta:
¡Aleluya!